Paradoja del esfuerzo: por qué evitamos el esfuerzo a pesar de que puede mejorar nuestro bienestar

Como alguien cuyos zapatos para correr rara vez salen del armario, estoy asombrado y perplejo ante mis amigos atletas de resistencia. Particularmente difícil de entender es que su amor por correr maratones o subir montañas en bicicleta no lo es a pesar de que esos esfuerzos sean tan agotadores. Los disfrutan precisamente por eso.

Los humanos, como especie, a menudo nos consideramos intrínsecamente vagos, incluso si los científicos prefieren términos como “aversión al esfuerzo”. Pero sabemos que esforzarse puede ser profundamente gratificante, hasta el punto de que podemos elegir un proceso más difícil incluso si el resultado sigue siendo idéntico. También parecemos valorar el esfuerzo después del hecho, y nos enorgullecemos irracionalmente de un mueble mal construido, digamos, porque fue una lucha ensamblarlo.

“Por un lado, el esfuerzo es costoso”, afirma Michael Inzlicht, psicólogo de la Universidad de Toronto, Canadá. “Por otro lado, parece que tendemos a valorar aquellas cosas por las que nos esforzamos”. En un artículo fundamental de 2018, él y sus colegas denominaron este aparente conflicto la “paradoja del esfuerzo”.

Desde entonces, los psicólogos han estado descubriendo los orígenes de la paradoja del esfuerzo y por qué algunos de nosotros luchamos con tareas que otros podrían encontrar fáciles. Lo que están encontrando es ofrecer nuevos conocimientos no sólo sobre cómo levantarse del sofá y ponerse las zapatillas para correr, sino también sobre cómo aprender de manera más efectiva, empatizar mejor con los demás e incluso cultivar una vida más significativa. “(Parece) que si podemos llegar a ser…

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