Debemos utilizar tecnologías genéticas ahora para evitar la próxima crisis alimentaria.
Hay dos problemas monumentales con el sistema alimentario mundial. En primer lugar, cientos de millones de personas no pueden permitirse comprar suficientes alimentos nutritivos para mantenerse saludables. En segundo lugar, es increíblemente destructivo. Seguimos arrasando bosques tropicales para dar paso a ranchos, y tanto las granjas convencionales como las orgánicas producen todo tipo de contaminantes, y los sistemas alimentarios generan más de un tercio de los gases de efecto invernadero.
A medida que el mundo supera un aumento de temperatura de 1,5°C (ver “2024 será el primer año que supere el límite de calentamiento de 1,5°C”), las cosas podrían empeorar mucho. Pero hay mucho que podemos hacer, desde comer menos carne hasta reducir el desperdicio de alimentos (ver “¿Es la crisis alimentaria del cambio climático incluso peor de lo que imaginábamos?”). Con los sorprendentes avances en tecnologías genéticas de los últimos años, también hay un enorme margen para mejorar las plantas y animales que nos proporcionan alimento. Podemos hacerlos más nutritivos, más saludables, más capaces de afrontar las condiciones cambiantes y menos susceptibles a las enfermedades que proliferan a medida que el mundo se calienta. También deberíamos poder crear plantas que necesiten menos fertilizantes y capturen más energía del sol.
Los beneficios de todo esto serían enormes: más alimentos en menos tierra, precios más bajos, menores emisiones de gases de efecto invernadero y menos posibilidades de que virus como el de la gripe aviar H5N1 causen otra pandemia.
Por eso es sorprendente que la mayoría de los países no estén invirtiendo mucho en mejorar los cultivos. Hay cierta inversión privada, pero es poco probable que esas empresas hagan que sus tecnologías estén disponibles gratuitamente, lo que ralentiza su adopción.
También estamos restringidos por la noción de que los medios agrícolas más “naturales” son mejores, y la oposición a los cultivos genéticamente modificados (GM) hace que sea difícil y costoso lograr su aprobación.
Esto está empezando a cambiar, y muchos países facilitan la llegada al mercado de cultivos y animales modificados genéticamente, pero necesitamos más medidas, y rápidas.
La idea de que los alimentos orgánicos son mejores para el planeta y los alimentos transgénicos son peores para él es una narrativa falsa que esconde una realidad mucho más desagradable: que continuar como estamos conducirá a una destrucción aún mayor y a un aumento del hambre.
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